Muriel James y Louis Savary proponen en su libro Una nueva personalidad una serie de necesidades psicológicas y emocionales que deben ser satisfechas para garantizar la salud y el bienestar. Por ejemplo hablan de la necesidad de reconocimiento, de ser amado, de amar, de seguridad, de contacto emocional… Y por supuesto hablan de la necesidad de pertenecer que es la que más afecta en el síndrome del expatriado. Así, definen la necesidad de pertenencia como la necesidad humana de sentir que pertenecemos a alguien, a una cultura, a un país, a una comunidad, a un grupo, a una tendencia… Generalmente, existen muchas formas de satisfacer esta necesidad. Algunas personas encuentran la pertenencia en un equipo deportivo. Otras, sienten que pertenecen a una ciudad y lo muestran con orgullo. También la religión aporta pertenencia. Durante la adolescencia el sentimiento de pertenencia al grupo se vuelve crucial en el desarrollo y la consolidación de nuestra personalidad. Así nos definimos como: «soy punk, emo, heavy, gótica, hippy, de los empollones, de las populares, pija…»
Sin embargo el estar fuera de la ciudad o país de origen, o estar en pleno movimiento puede dificultar la satisfacción de esta necesidad tan importante. Así, experimentamos nuevos vínculos menos duraderos, cambiamos de casa, de barrio, tenemos a la familia lejos, etc. Y es algo a tener en cuenta para facilitar los procesos migratorios.
En el equipo de Alcea, varios de nosotros hemos experimentado la experiencia de ser expatriados. Cuando hacemos terapia para expatriados con personas en esta situación atendemos las emociones que surgen de la difícil vivencia de estar a caballo entre dos lugares, el de origen y el nuevo elegido, trabajando temas como la identidad, la pertenencia o la nostalgia.