¿Cómo controlar las emociones negativas?

Emociones negativas | Inteligencia emocional

Controlar las emociones negativas resulta fundamental para nuestro bienestar y nuestra salud psíquica.

Las emociones negativas son aquellas que generan un malestar interno como la rabia, la tristeza, el miedo, la vergüenza, la culpa, o la timidez… Aunque generan un desequilibrio interior, cada emoción tiene una función importante para nuestra supervivencia que es necesario comprender.

También necesitamos saber actuar correctamente y proporcionalmente en base a la información que nos proporcionan. En este artículo te mostramos cómo gestionar y controlar las emociones negativas de forma adecuada.

¿Cómo aprendemos a gestionar nuestras emociones negativas?

Uno de nuestros hitos vitales es aprender a gestionar nuestro mundo emocional. A pesar de ser un requisito imprescindible para sobrevivir y hacerlo de manera saludable, recibimos muy poca formación acerca de cómo relacionarnos con nuestras emociones básicas, sobre cómo identificarlas y cómo gestionarlas.

Nuestros maestros son nuestras figuras de referencia: padres, madres, profesoras, profesores, cuidadores, cuidadoras, abuelos, abuelas… Como dice Greenberg (2000):

“Muchos de ellos nunca recibieron formación en habilidades de inteligencia emocional, y hacen cuanto pueden, sin contar con un mapa del camino.»

Cuando pasa el período de aprendizaje, generalmente los dos años de vida, comenzamos a poner en práctica las lecciones recibidas: o hemos desarrollado nuestra conciencia emocional y empatía, o no lo hemos hecho; o hemos establecido la confianza básica en el otro, o desconfiamos de los demás; o hemos desarrollado el orgullo de nuestra autonomía o hemos empezado a vivir bajo el peso del bochorno y la vergüenza.

¿Por qué mi forma de afrontar las emociones negativas no me ayuda a estar mejor?

▷ Algunas personas aprendieron a reprimir sus emociones

No solemos recibir muchas más lecciones pasado este período. Sólo si tenemos buenos consejeros personales, o entramos en contacto con alguna forma de psicoterapia, aumentamos nuestra consciencia emocional.

De manera que, si aprendimos que la tristeza, el enfado, o el miedo son malos porque nuestras figuras de referencia se enfadaban o ponían tristes cuando nos sentíamos de esa manera, intentaremos no sentir estas emociones.

Para ello, utilizamos diversas estrategias útiles a corto plazo, pero insostenibles a largo plazo. Todas ellas responden al mandato «la mejor solución para no sufrir es controlar mis emociones. Algunas de ellas pueden ser:

  • Cambiar una emoción por otra

    Por ejemplo, sentirnos tristes cuando realmente estamos enfadados, enfadarnos cuando realmente estamos tristes, intentar estar alegre siempre, etc.

  • Anestesiar el cuerpo utilizando sustancias o conductas

    Estas conductas activan el sistema de recompensa y causan bienestar o que camuflan el malestar de la emoción. Por ejemplo, las adicciones, la ingesta compulsiva, las conductas autolesivas, etc.

  • Evitar aquello que puede causar emociones desagradables

    Por ejemplo, intentar hacer muchas cosas para no pensar en que hemos perdido a una persona importante, no decir algo o hacer cosas que no son agradables para evitar situaciones que se perciben conflictivas, etc.

▷ Otras personas de dejan llevar por sus impulsos emocionales

Por otro lado, las experiencias infantiles pueden haber sido diferentes, y que las figuras de referencia sólo reaccionaran a nuestras peticiones, necesidades, y cuidados cuando expresábamos o exagerábamos la emoción. O quizá escuchar la emoción o actuar de manera impulsiva nos ayudaba a mantener a raya el peligro. En este caso, el mandato que se pudo interiorizar fue: «Tus emociones siempre tienen razón, déjate llevar». En este caso, algunas de las estrategias que se han podido volver problemáticas son:

  • Actuar de manera impulsiva o descontrolada

    Por ejemplo, tener explosiones de ira descontrolada.

  • Permitir que la emoción inunde el cuerpo y colapse la mente

    Por ejemplo, sentirte paralizado por el miedo, no saber cómo animarte cuando estás triste, etc.